Hubo un tiempo en que Valencia fue sinónimo de fiesta sin fin.
La idea de que el término surgió en la mítica tienda Zigzag: un chico le muestra a otro un disco y le lanza, para advertirle de que tiene buena mierda en sus manos, la siguiente frase: “¡Escúchate este bacalao!”. El segundo, que está con los cascos puestos, no le entiende bien, ni siquiera oye su propia voz, de modo que repite la palabra a gritos ante los ojos de los presentes: “¿Bacalao? ¿Bacalao?”.
El concepto pudo surgir así, como un vocablo que los clientes de aquel local empezaron a emplear para referirse a música importada y de calidad.
Descontrol, drogas, excesos y accidentes. Los mismos medios que acuñaron el término Ruta del Bacalao, una peregrinación en apenas 30 kilómetros de carretera que permitía encadenar 72 horas de fiesta ininterrumpida, no vacilaron en demonizar un movimiento ''discotequero'' iniciado en Valencia en la década de los 80 y que murió de éxito a finales de los 90. Un imán para parte de aquella España joven que aprendía a quitarse los complejos durante los primeros años 80. Miles de almas peregrinaban cada fin de semana desde todos los rincones del país para vivir intensas jornadas de ocio que duraban hasta 72 horas. Y la receta de ese desmadre siempre era la misma: carretera, música, baile y química.
Todo comenzó a finales de los 70. En plena transición, impregnados de las brisas del post-punk y el movimiento New Romantic que llega desde las islas británicas, la ciudad del Turia empieza a florecer lejos de los focos mediáticos de la prensa centralista.
Igual que Madrid tuvo su Movida, Valencia tuvo la suya.
Entre boites de costumbres trasnochadas y locales consagrados al canon de las músicas negras, la apuesta novedosa y bastarda de discotecas como Barraca, Chocolate, Espiral, Puzzle o Spook Factory pronto llamó la atención de los valencianos más inquietos.
"Después del estigma, la ruta del bakalao ya es cultura viva de este país",
afirmaba Chimo Bayo, .
Ésta percepción, sesgada y sensacionalista, es la que hoy parece imponerse entre aquellos que aún recuerdan un fenómeno juvenil, social y musical, sólo comparable al canto a la libertad que supuso la denominada Movida Madrileña tras el fin de 40 años de Franquismo y la muerte del dictador.
Pocos saben que fue precisamente en Valencia donde se reinventaron muchos conceptos que hoy se confunden con el paisaje del ocio nocturno en cualquier lugar del mundo.
La Ruta Destroy convirtió las discotecas que pinchaban baladas y rumba sobre pisos de moquetas y ante camareros con pajarita en un recuerdo del pasado. Fue en salas como Barraca donde los primeros pincha-discos se convirtieron en Djs.
La ruta consistía en: Una generación que se despereza del franquismo un viernes y vuelve el domingo a casa reconvertida en música internacional, bailes frenéticos y libertades insólitas.
''LA RUTA''
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